Creado por:
Víctor Tapia
Había mucha pena y dolor acumulado en las numerosas
habitaciones de estas casonas, sufrimiento del más terrible, el de niños
desamparados. En ese tiempo no existía el camino pavimentado que actualmente
pasa por la puerta de la Cruz Roja, sino que pasaba el tren pero para llegar
había que caminar subiendo cerros y haciéndole el quite a la magnífica flora y
fauna del lugar, era muy sacrificado, por lo tanto muchos niños no veían a sus
padres durante todo lo que duraba su tratamiento. También descubrimos que
cuando un niño era desahuciado, lo enviaban a las casas que estaban al otro
lado del puente colgante donde fallecía, pero antes de ser enviado sus compañeros
le hacían una despedida ya que sabían que no lo volverían a ver.
Fueron tres años que disfrutamos de la Cruz Roja. Al segundo
año comenzaron las “cercanías”. Mientras recorríamos, en la mitad de la noche,
una galería del tercer piso escuchamos gemidos y llantos, al volver a la pieza
donde teníamos la base, pensamos que seguramente lo que escuchamos fue el piso
que crujía, a la mañana siguiente fuimos a la galería para salir de las dudas
pasamos por ella, pero el piso no crujió.

- ¡Miren, miren! Un niño, y es tan blanco.
Giramos nuestras cabezas para verlo y ya no había nada. En
otra ocasión, invitamos a la Yota y Patricio para el fin de semana, y se fueron
a dormir al segundo piso, les dijimos que no fueran solos, pero no hicieron
caso y a los cinco minutos bajó la Yota corriendo y gritando como una loca.
Están penando, están penando.
Los Orbs, el ectoplasma en las fotos, era cosa normal, las
diferentes formas humanas, pero de gran tamaño nos eran familiares. Nunca
salíamos solos de noche, Un fin de semana de invierno en que había nevado mucho
y no pudimos entrar los autos, después del guitarreo y el fogón nos fuimos a
acostar a la pieza base, yo quedé más o menos cerca de la puerta. La había
dejado casi abierta. Daba a una galería, cuando de pronto por fuera de la pieza
vi pasar una sombra, debe ser el antiguo cuidador pensé, miré a mis otros
compañeros y todos estaban durmiendo, me voy a quedar despierto vigilando,
pensé. De pronto sentí algo, miré a un costado de la pieza, y lo que vi fue
impresionante: venía un niño arrastrándose hacia mí, sin piernas, la cabeza,
los ojos y la boca, los brazos y el tronco bien definidos. Todo ese niño estaba
formado por una especie de humo blanco plomizo. No pude contenerme y me puse a
gritar, todos despertaron con mis gritos y el niño comenzó a desvanecerse.
Felipe con sus dones al igual que los demás miembros del
grupo nos ayudó mucho en varias situaciones, pero él tenía un problema, no
sentía temor por nada. Esa noche me contó que entró solo a recorrer una galería
y por primera vez sintió miedo, se le cruzó una sombra bloqueándole el camino,
dio media vuelta corrió hasta la puerta de la galería, pero antes de llegar se
cruzó nuevamente la sombra, entonces desesperado corrió a la mitad de la
galería y se tiró por una ventana hacia afuera de la casona.
Felipe es un buen muchacho, pero siempre quería ir un paso
adelante de todos. Hablé muchas veces con él, que no experimentara solo que aún
era un aprendiz, un iniciado, que había cosas que no comprendería y no sabría
manejarlas. Felipe ya no está con nosotros. Fue cambiando. Su inocencia que era
su don más grande fue oscureciéndose. Siempre lo recuerdo con mucho cariño,
siempre en mis rezos pido por él, a veces sé de él, pero en este tipo de
menesteres no hay que saltarse pasos, el maestro dirá cuando un integrante está
en condiciones de subir de grado.
Un fin de semana se me quedaron las parrillas para asar
carne, llamé a Carolina y le dije que el jueves las iría a buscar. Llegué como
a las cinco de la tarde, hablé con Carolina para que me abriera el portón, pero
andaba en Santiago con su familia, me pidió que ingresara no más. En el patio a
la entrada de la casa estaban las parrillas limpias.
Solo en esa inmensidad. Entré a la casona, recorrí sus
galerías, comencé a subir la magnífica escalera, ya comenzaba a oscurecer, las
sombras reinaban dentro de la casona; entonces fue que sentí por primera vez al
verdadero dueño del lugar, la maldad pura, en todo el tiempo que recorrí las
galerías y habitaciones jamás me sentí como en ese momento. Me puse muy
nervioso, me observaban y era completamente distinto a lo experimentado en las
otras ocasiones, ahora sentía miedo. Comencé a bajar las escaleras sin apurarme
para no demostrar temor, las sombras ya eran oscuridad dentro de la casona.
Sin linterna el camino hacia la puerta se hizo eterno, ese
silencio nunca lo voy a olvidar, ni una brisa, ni el canto de las aves como era
costumbre, ni el sonido del río, solo ese silencio, con mucha angustia llegué a
la puerta la dejé abierta di dos pasos ahora lo más rápido que pude y fue
entonces que la puerta se cerró de un portazo impresionante, como que alguien
muy grande la empujó con mucha rabia, entendí el mensaje.
- ¡No vuelvas más!
Yo tenía experiencia en acciones iniciáticas y de aumento de
salario, y de exaltaciones, por lo que llevaba una gran ventaja al resto del
grupo, sin pedirlo fui el maestro y ellos los iniciados. También sabía que
había que darles protección porque entrábamos de lleno al mundo esotérico, a la
magia, a la alquimia y a la utilización de todos los dones que tenían los
integrantes de nuestro grupo. También sabíamos que al ir por el camino de la
luz, la oscuridad no se quedaría indolente.
Katalina tiene el don de ver personas fallecidas, de
pequeña, comenzó con estas apariciones, además de dones de sanación, a sus casi
treinta años todavía duerme con la luz encendida.
Lissette tiene el don de sentir energías que se manifiestan
de distinta manera. Las primeras experiencias ocurrieron en su casa; estando
acostada sentía que la cama se hundía como si alguien se tendiera a su lado.
También tiene dones de sanación.
Felipe era el guardián, fabricaba sus sables, forjaba el
hierro en un torno y con golpes de mazo les daba forma, los purificábamos y los
bendecíamos. Eran la llave para abrir y cerrar portales.
Álvaro era sensible a sentir situaciones esotéricas, también
tenía dones de sanación.
Patrick era sensible y aportaba con energía positiva a todas
las acciones que emprendíamos.
Carolina hasta el día de hoy trató de encontrar respuestas
lógicas a todas las situaciones que vivimos en la Cruz Roja y en otros lugares.
Tiene el don de ver, y de sanación.
Andrea tiene sueños premonitorios y dones de sanación.
Yo, el profe, puedo percibir energías que se manifiestan de
diferente manera, también, dones de sanación, pero tal vez el don más
importante que tengo es que atraigo a gente que tiene dones, conscientes o
inconscientes de este menester.
Decidimos estudiar parapsicología. Estudiamos basándonos en
el Centro Espírita de España. Conocimos a grandes maestros y sus enseñanzas
como por ejemplo Allan Kardec. Nos juntábamos una vez a la semana y nos
convertimos en un centro Espirita.
Fueron iniciados con tres viajes misteriosos, probaron el
cáliz de la amargura, para que se sintieran protegidos y asimilaran el rigor
del compromiso que adquirían, desde ese momento eran miembros del ejército de
la luz y su protector, el Arcángel Miguel.
Ya sabíamos por qué la Cruz Roja nos llamó. Esas almas en
pena de los muchos niños que allí fallecieron tenían que emprender su viaje,
pero no sabían cómo, además el demonio que dominaba aquel lugar no lo
permitiría. Entonces, una noche, por instinto todavía, hicimos un ritual,
pusimos muchas velas rezamos, invocamos a los arcángeles, santos, y a todas las
entidades de la luz, de pronto se formó un remolino que atravesaba todos los
pisos y se dirigía al cielo, esas almas de niños que al dejar su cuerpo físico
se transforman en espíritus pudieron comenzar su viaje.
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