sábado, 6 de mayo de 2017

El Oxilon (Tercera Parte)













Creado por:
Víctor Tapia






El Oxilon: Segunda Parte                                                         El Oxilon: Cuarta Parte
EL PREVENTORIO

Había mucha pena y dolor acumulado en las numerosas habitaciones de estas casonas, sufrimiento del más terrible, el de niños desamparados. En ese tiempo no existía el camino pavimentado que actualmente pasa por la puerta de la Cruz Roja, sino que pasaba el tren pero para llegar había que caminar subiendo cerros y haciéndole el quite a la magnífica flora y fauna del lugar, era muy sacrificado, por lo tanto muchos niños no veían a sus padres durante todo lo que duraba su tratamiento. También descubrimos que cuando un niño era desahuciado, lo enviaban a las casas que estaban al otro lado del puente colgante donde fallecía, pero antes de ser enviado sus compañeros le hacían una despedida ya que sabían que no lo volverían a ver.

Fueron tres años que disfrutamos de la Cruz Roja. Al segundo año comenzaron las “cercanías”. Mientras recorríamos, en la mitad de la noche, una galería del tercer piso escuchamos gemidos y llantos, al volver a la pieza donde teníamos la base, pensamos que seguramente lo que escuchamos fue el piso que crujía, a la mañana siguiente fuimos a la galería para salir de las dudas pasamos por ella, pero el piso no crujió.

Recuerdo que, algunas veces, cuando nos quedábamos en nuestra habitación base, después del guitarreo, cansados de todas las actividades recreativas que realizábamos durante el día, estábamos acostados en los sacos de dormir, y en las habitaciones del segundo piso se escuchaban pasos de niños y que alguien jugaba con una pelota, el grito destemplado de Lissette, que estaba sola en una habitación, la empujaron en el hombro se dio la vuelta y no había nadie. Una noche que estábamos conversando en el bosque cerca del río de pronto Carolina gritó.

- ¡Miren, miren! Un niño, y es tan blanco.


Giramos nuestras cabezas para verlo y ya no había nada. En otra ocasión, invitamos a la Yota y Patricio para el fin de semana, y se fueron a dormir al segundo piso, les dijimos que no fueran solos, pero no hicieron caso y a los cinco minutos bajó la Yota corriendo y gritando como una loca.

Están penando, están penando.

Los Orbs, el ectoplasma en las fotos, era cosa normal, las diferentes formas humanas, pero de gran tamaño nos eran familiares. Nunca salíamos solos de noche, Un fin de semana de invierno en que había nevado mucho y no pudimos entrar los autos, después del guitarreo y el fogón nos fuimos a acostar a la pieza base, yo quedé más o menos cerca de la puerta. La había dejado casi abierta. Daba a una galería, cuando de pronto por fuera de la pieza vi pasar una sombra, debe ser el antiguo cuidador pensé, miré a mis otros compañeros y todos estaban durmiendo, me voy a quedar despierto vigilando, pensé. De pronto sentí algo, miré a un costado de la pieza, y lo que vi fue impresionante: venía un niño arrastrándose hacia mí, sin piernas, la cabeza, los ojos y la boca, los brazos y el tronco bien definidos. Todo ese niño estaba formado por una especie de humo blanco plomizo. No pude contenerme y me puse a gritar, todos despertaron con mis gritos y el niño comenzó a desvanecerse.

Felipe con sus dones al igual que los demás miembros del grupo nos ayudó mucho en varias situaciones, pero él tenía un problema, no sentía temor por nada. Esa noche me contó que entró solo a recorrer una galería y por primera vez sintió miedo, se le cruzó una sombra bloqueándole el camino, dio media vuelta corrió hasta la puerta de la galería, pero antes de llegar se cruzó nuevamente la sombra, entonces desesperado corrió a la mitad de la galería y se tiró por una ventana hacia afuera de la casona.

Felipe es un buen muchacho, pero siempre quería ir un paso adelante de todos. Hablé muchas veces con él, que no experimentara solo que aún era un aprendiz, un iniciado, que había cosas que no comprendería y no sabría manejarlas. Felipe ya no está con nosotros. Fue cambiando. Su inocencia que era su don más grande fue oscureciéndose. Siempre lo recuerdo con mucho cariño, siempre en mis rezos pido por él, a veces sé de él, pero en este tipo de menesteres no hay que saltarse pasos, el maestro dirá cuando un integrante está en condiciones de subir de grado.

Un fin de semana se me quedaron las parrillas para asar carne, llamé a Carolina y le dije que el jueves las iría a buscar. Llegué como a las cinco de la tarde, hablé con Carolina para que me abriera el portón, pero andaba en Santiago con su familia, me pidió que ingresara no más. En el patio a la entrada de la casa estaban las parrillas limpias.

Solo en esa inmensidad. Entré a la casona, recorrí sus galerías, comencé a subir la magnífica escalera, ya comenzaba a oscurecer, las sombras reinaban dentro de la casona; entonces fue que sentí por primera vez al verdadero dueño del lugar, la maldad pura, en todo el tiempo que recorrí las galerías y habitaciones jamás me sentí como en ese momento. Me puse muy nervioso, me observaban y era completamente distinto a lo experimentado en las otras ocasiones, ahora sentía miedo. Comencé a bajar las escaleras sin apurarme para no demostrar temor, las sombras ya eran oscuridad dentro de la casona.

Sin linterna el camino hacia la puerta se hizo eterno, ese silencio nunca lo voy a olvidar, ni una brisa, ni el canto de las aves como era costumbre, ni el sonido del río, solo ese silencio, con mucha angustia llegué a la puerta la dejé abierta di dos pasos ahora lo más rápido que pude y fue entonces que la puerta se cerró de un portazo impresionante, como que alguien muy grande la empujó con mucha rabia, entendí el mensaje.

- ¡No vuelvas más!

Yo tenía experiencia en acciones iniciáticas y de aumento de salario, y de exaltaciones, por lo que llevaba una gran ventaja al resto del grupo, sin pedirlo fui el maestro y ellos los iniciados. También sabía que había que darles protección porque entrábamos de lleno al mundo esotérico, a la magia, a la alquimia y a la utilización de todos los dones que tenían los integrantes de nuestro grupo. También sabíamos que al ir por el camino de la luz, la oscuridad no se quedaría indolente.

Katalina tiene el don de ver personas fallecidas, de pequeña, comenzó con estas apariciones, además de dones de sanación, a sus casi treinta años todavía duerme con la luz encendida.

Lissette tiene el don de sentir energías que se manifiestan de distinta manera. Las primeras experiencias ocurrieron en su casa; estando acostada sentía que la cama se hundía como si alguien se tendiera a su lado. También tiene dones de sanación.
Felipe era el guardián, fabricaba sus sables, forjaba el hierro en un torno y con golpes de mazo les daba forma, los purificábamos y los bendecíamos. Eran la llave para abrir y cerrar portales.

Álvaro era sensible a sentir situaciones esotéricas, también tenía dones de sanación.

Patrick era sensible y aportaba con energía positiva a todas las acciones que emprendíamos.

Carolina hasta el día de hoy trató de encontrar respuestas lógicas a todas las situaciones que vivimos en la Cruz Roja y en otros lugares. Tiene el don de ver, y de sanación.
Andrea tiene sueños premonitorios y dones de sanación.

Yo, el profe, puedo percibir energías que se manifiestan de diferente manera, también, dones de sanación, pero tal vez el don más importante que tengo es que atraigo a gente que tiene dones, conscientes o inconscientes de este menester.

Decidimos estudiar parapsicología. Estudiamos basándonos en el Centro Espírita de España. Conocimos a grandes maestros y sus enseñanzas como por ejemplo Allan Kardec. Nos juntábamos una vez a la semana y nos convertimos en un centro Espirita.

Fueron iniciados con tres viajes misteriosos, probaron el cáliz de la amargura, para que se sintieran protegidos y asimilaran el rigor del compromiso que adquirían, desde ese momento eran miembros del ejército de la luz y su protector, el Arcángel Miguel.

Ya sabíamos por qué la Cruz Roja nos llamó. Esas almas en pena de los muchos niños que allí fallecieron tenían que emprender su viaje, pero no sabían cómo, además el demonio que dominaba aquel lugar no lo permitiría. Entonces, una noche, por instinto todavía, hicimos un ritual, pusimos muchas velas rezamos, invocamos a los arcángeles, santos, y a todas las entidades de la luz, de pronto se formó un remolino que atravesaba todos los pisos y se dirigía al cielo, esas almas de niños que al dejar su cuerpo físico se transforman en espíritus pudieron comenzar su viaje.

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