Creado por:
Enrique Gillet
Enrique Palomera
Abel Toro (QEPD)
El panorama actual nos presenta a un
hombre caminando a la deriva, sin mayor consciencia respecto de las verdaderas
razones de su apatía, de su depresión, de su profundo descontento y su
insatisfacción; a ratos velado por estados de euforia y de contento, que muchas
veces tienen que ver más con la casualidad que con resultados de esfuerzos
conscientes en dirección del logro de objetivos de vida elaborados desde lo más
íntimo del ser.
Este hombre se enfrenta diariamente a
la necesidad de levantarse para comenzar un día más, como autómata más que como hombre consciente,
sin reparar demasiado si aquello para lo que se levantará este nuevo día está
conectado con aquello en lo que cree y aquello que ama. Es más, es probable que
este hombre no tenga demasiada claridad respecto de qué es aquello en lo que
cree , o que es lo que quiere.
Este hombre, por otra parte, se siente
sólo, desconectado de sí mismo y, más aún, desconectado de todo lo que está fuera
de sí mismo. Es ajeno a su verdadero ser y a todo lo que lo rodea. Y el mundo
en el que vive y se desenvuelve, más que ofrecerle posibilidades de sentirse
integrado, le plantea un escenario en el cual debe estar continuamente optando
entre opuestos que se disputan la verdad, y al optar por uno, siempre habrá otro
que se le oponga, al cual no estará ligado.
Sólo una visión de totalidad, que
contemple e integre armoniosamente todos los aspectos de la vida humana puede
satisfacer las aspiraciones del hombre. Nada puede ni debe ser desechado,
descartado o desacreditado si se quiere tener una visión universal de la vida y
del hombre en la búsqueda de la felicidad.
Entonces estamos frente a la necesidad
del despertar de un nuevo nivel de la consciencia, una consciencia integradora.
Esta integración del hombre individual en una totalidad que lo atrae cada vez
más no puede realizarse a través de las ideologías que encierran y encadenan al
hombre en la lucha de los opuestos, sino a través de la vida misma y de la
expansión de su consciencia.
El individuo, que ha debido soportar
las enormes presiones de un ciclo histórico de predominio de colectividades,
cada una de las cuales, de alguna manera y en alguna forma, le han ofrecido la
salvación, deberá replegarse sobre sí mismo, volver sobre su propio centro,
desplazar sus energías sobre el núcleo más íntimo de su ser, en busca de su
expansión, en busca de su verdadera evolución, aquella evolución que lo llevará
a su verdadera libertad y a su verdadera felicidad, la evolución de su
consciencia.
Aquí está el gran desafío del hombre
del mañana.
La nueva era deberá gestarse bajo un
nuevo signo, basado en un principio de integración de partes en la totalidad o
unidad. El nuevo hombre, deberá despertar a una consciencia expansiva y
participante, conectada consigo mismo y con el resto del Universo, del cual es
parte, y que por lo tanto deberá comprender para comprenderse. Una consciencia
expansiva, que le permita extraer y sacar provecho de todo sin desechar nada,
librándose de las ataduras de los opuestos, entendiéndolos en este nuevo plano
como complementarios.
Estamos al servicio de nuestra
evolución personal, y por consecuencia, lenta pero eficaz, al servicio de la
evolución de la humanidad. Y esta evolución corresponde a un proceso
consciente, en el cual se encuentra empeñada la voluntad de transformarse, y se
sustenta en una consciencia expansiva y participante. Expansiva, porque se proyecta en
ascenso hacia lo alto, conectando con aquel hombre superior que mora en nuestro
interior, y participante, asumiéndose como parte integral e inseparable del
resto del Universo, al mismo tiempo de asumirse como un Universo en sí, y por
tanto, también indivisible.
En definitiva, este es el paso
evolutivo que nos proponemos, y al enfilar nuestros pasos en función de esta
evolución del propio ser y conectando con la sensibilidad universal y del
resto de los hombres, entendiéndolos como hermanos, estaremos abordando nuestra
responsabilidad como individuos conscientes de ser los agentes de cambio que
influirán en el logro de aquellos ideales
que aspiran al surgimiento de un hombre, a la vez consciente de la
responsabilidad que le cabe en la consecución de su propio destino, de su
propia felicidad y de la los demás. Un hombre que en vez de restar y de
dividir, sume y multiplique.
Así, el próximo hombre, aquel que se
levante mañana, sabrá por qué y para qué se levantó. Y sus razones para hacerlo
estarán profundamente conectadas con sus sueños, con su amor, su felicidad, y
con los sueños el amor y la felicidad de sus hermanos, es decir, el resto de
los hombres.
Y será feliz porque su sensibilidad
estará en sintonía con la sensibilidad del mundo y con el Universo entero, del
cual forma parte y que a la vez es él mismo. Será feliz, porque comprobará el
regalo de haber despertado un día más, un día completo para amar, para vivirlo
en intensidad, como si fuera el día del final, pero con las fuerzas y la
maravilla del comienzo, sintiendo que la vida está hecha de momentos y cada
momento es la vida entera.
El hombre que se levante mañana
valorará cada día como una nueva oportunidad para ser, para volver a
intentarlo, para vibrar en la misma frecuencia que vibra el Universo. Se
sentirá amado por el mundo y amará al mundo como se ama a sí mismo. Sentirá su
compromiso en la consecución del Ideal Universal, se levantará sobre sus pies,
se pondrá al Orden y enfilará su marcha en dirección al Oriente . Y lo hará por
amor. Amor a sí mismo, amor a todo lo existente, amor a la vida.
Por cierto nuestra visión de totalidad, integrada tanto a nuestra evolución personal cómo a nuestra evolución como especie humana, creo que debe incluir la pregunta ¿que estamos haciendo en el ámbito del cuidado y protección del ecosistema inmediato que sostiene nuestras vidas ( reciclaje sobrantes, basura electrónica, sobre consumo de agua, entre otos aspectos cotidianos ) ?, con miras a resistir las hoy dominantes ideologías políticas depredadoras de los recursos naturales y su efecto adverso en el cambio climático de la región.
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