lunes, 15 de octubre de 2018

Visibilidad a los 71 años


 “Tengo ganas de vivir cuando me siento útil. Siento que soy útil cuando tengo visibilidad. Me doy cuenta de que soy visible, porque otros necesitan de mi experiencia y aporte”



Creado por: Leopoldo Guerrero Gutiérrez
(Fragmento tomado del libro "Vida más allá de los 70", de su propia autoría"

La existencia del hombre no termina al jubilarse; pero se requiere visibilidad para mantener la pujanza de seguir viviendo. La visibilidad se encuentra al actuar dentro de organizaciones sociales. La visibilidad la otorgan los pares que reconocen su acción en el trabajo.

Es la primavera del 2015 en Santiago de Chile. Tengo 71 años, recién me he jubilado después de trabajar 45 años en actividades mineras y camino al gimnasio por avenida Pedro de Valdivia, en Providencia. Son las 11 de la mañana. Mientras la mayoría de la población trabaja, voy pensando en el ciclo de ejercicios que realizaré en solitario. Mantener mi cuerpo más elástico es vital. La amplitud visual que obtengo al girar la cabeza para observar el movimiento vehicular mientras conduzco, me evitará una colisión con vehículos que avanzan por mi izquierda. Requiero al menos una torsión de cuello de hasta 80 grados. La mayoría de los sedentarios no alcanzan los 50 grados. Colocarse las calcetas es una odisea para los sedentarios que no han trabajado la cintura y peor si tienen un abdomen prominente. Hay que trabajar abdominales. Mientras caminan, los sedentarios tiene mayor número de caídas a causa de tener piernas sin fortaleza muscular. Necesito ejercitar tríceps cuádriceps y otros “iceps”. Por eso voy al gimnasio dos o tres días a la semana.

Cruzo raudo por un paso peatonal y al cruzar la calle me encuentro con un anciano, perdón, un "viejito", perdón, ¡Con un señor de edad! El señor está sentado en un escaño del tipo banca de plaza, especial para los jubilados que se reúnen al medio día para  conversar de fútbol, política y de otros temas de su interés. El señor mira hacia el vacío pensando, probablemente, en lo que hará el resto del día, o recordando tiempos pasados, o meditando sobre la nada misma. El hombre debe tener mi edad, pero se ve más avejentado. Será por la ropa que usa, mezcla entre colores grises y negros y, especialmente, por la actitud que tiene, desvinculado del entorno y  con una mirada perdida en el espacio y sin vida. En sentido contrario, se acerca una dama joven entre 32 a 38 años de edad. Observo que, para ella, el hombre sentado es invisible. No lo mira de soslayo; no lo percibe; no lo siente. Me llama la atención la actitud de la mujer. Se supone que entre las personas siempre hay una comunicación visual, por muy tenue que ésta sea y, con mayor razón, entre individuos de sexos opuestos. Más atrás de ella avanza una jovencita que camina lentamente mientras tuitea (esto de escribir a velocidad increíble un mensaje). No me explico cómo le hacen para no tropezar. Para la joven, obvio, el señor sentado no existe. Él no es integrante del CAQUET (círculo de amigos que  tuitean). Entiendo que esta es la nueva forma de relacionarse entre las personas. 

Sigo desplazándome hacia el gimnasio y me da vuelta el tema de visibilidad de la gente mayor respecto a los jóvenes. Me incluyo. Al cumplir nuestro ciclo de actividad laboral ¿Desaparecemos de la organización ciudadana? 

Después de haber ejercido cargos importantes en las empresas ¿no valemos nada? De nuestros subalternos y menos de nuestros jefes, no tenemos ni un atisbo de información en lo personal. Al menos un ¿Cómo te ha ido en tu nueva vida? …

La situación observada en el señor adulto mayor y las jóvenes me da vueltas durante el día y me pregunto ¿con mi metro ochenta de estatura, me vieron caminar en buzo hacia el gimnasio? …

Al día siguiente voy camino a mi reunión con los masones. Unos hermanos que conozco me saludan amablemente y respondo a su saludo. Al interior de la Gran Logia, los saludos se multiplican y recuerdo lo sucedido el día anterior ¿Qué cambió? Soy el mismo sujeto ¿Por qué soy más visible a los ojos de terceros? La respuesta está en el concepto de PERTENENCIA. Veo que es importante, a nuestra edad, seguir perteneciendo a alguna institución, la que sea, pero ser parte de ella y ser parte de actividades permanentes que se realizan para mantenerse intelectualmente activo. En mi caso, pertenezco a la Masonería. No siempre comprendida, no siempre aceptada, pero importante dentro de las comunidades democráticas.

En la Masonería, la mayoría de los hermanos de logia son personas mayores. Para ellos, prima el concepto de que no hay distingo de personas por edad, postura religiosa o política. Todos son considerados eslabones de una sola cadena y cada eslabón tiene la importancia que cada cual ha logrado con el trabajo realizado. La participación de los hermanos en cada Taller es trabajo puro: estudiar temas de interés, redactar las propuestas y escribir un informe para conocimiento del resto de los hermanos que se nutrirán del nuevo conocimiento.

El hecho de pertenecer y participar activamente en alguna organización ya nos da bastante visibilidad. Mantenemos incólume la sensación de que seguimos vivos y será por muchos años más.  Invisible en la vía pública. VISIBLE EN LAS ORGANIZACIONES A LAS QUE PERTENECEMOS

Por otra parte, la visibilidad además es personal. No tiene que ver con la edad. Tiene que ver con el deseo de seguir viviendo y de seguir aportando con nuestra experiencia a la comunidad. Hay adultos que tratan de pasar desapercibidos pensando que ya no sirven y jóvenes que tratan de pasar desapercibidos por timidez y falta de estima personal.

La visibilidad a los 70 años es importante. Nos maneja el ego. Nos sube la autoestima. Nos incita a realizar nuevos proyectos. Nos saca de la rutina. Nos hace creer que aún somos importantes y útiles. Para los adultos mayores que tuvieron una actividad intensa y apasionada, hoy requieren de otras actividades de alta demanda intelectual y actividad física moderada; pero actividad física, al fin y al cabo, para mantenerse “activo y vivo”.
Para vivir plenamente, a lo menos se requieren tres cosas: Salud física, salud mental y salud emocional. 

Respecto a la condición física, ésta es una de los mayores problemas del adulto mayor. Sin embargo, si no hay alguna enfermedad declarada, uno puede retardar los problemas de salud física. La actividad física en los adultos mayores, retrasa la anquilosis de alguna articulación (disminución o falta de movimiento). En general debemos tener movilidad para desplazarnos en las tres dimensiones.

La salud mental la desarrollamos a través de actividad intelectual. No pregunten cómo, pero sé que, en la medida en que tengo mi cerebro en funcionamiento, éste responde mejor a los estímulos.

La salud emocional tiene que ver con nuestro deseo de vivir un tiempo más largo de lo normal; pero con buena calidad de vida. Bajo estas circunstancias el deseo de vivir se nutre de las actividades que realizamos. Si estamos vigentes, seguimos avanzando en el tiempo. El ego continúa creciendo con la edad, es el motor que insufla energía al deseo de vivir. 

La visibilidad nos asegura  que estamos vivos,  la visibilidad nos asegura que tenemos pertenencia, la visibilidad nos asegura que seguimos siendo importantes, la visibilidad nos da la certeza de que estamos vigentes, la visibilidad me insta a crecer y el ego se alimenta de ello. 

YO SIGO VIVO Y ES LO IMPORTANTE


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