domingo, 28 de octubre de 2018

La Virtud de la Tolerancia

















Creado por: Rodrigo Barrera Pincheira

“La tolerancia es una virtud difícil; nuestro primer impulso, y aun el segundo, es odiar a todos los que no piensan como nosotros”
Jules Lemaitre

La palabra Tolerancia, según la Real Academia Española (RAE), etimológicamente tiene su origen en el latín “tolerantia” que se refiere a la “acción y efecto de tolerar o respetar las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias”.Es por lo anterior, que el interés en profundizar en este tema radica en la importancia que tiene a nivel mundial el hablar y aplicar la tolerancia, no en vano cada 16 de noviembre se celebra el día mundial de la tolerancia, en razón a la declaración de principios sobre la tolerancia que asumieron los países miembros de la UNESCO en el año 1995, en donde se afirma que la tolerancia “reconoce los derechos humanos universales y la diversidad de los pueblos”.


El ser humano no nace tolerante, generalmente desde pequeños estamos acostumbrados a que todo gire a nuestro alrededor y que todos estén de acuerdo con nuestro accionar. Por lo cual aquel que pensaba o hacia algo contrario a nuestro parecer, recibía aquellas desagradables “pataletas” por su accionar inadecuado y a la vez por nuestra poca tolerancia a la frustración.Ahora bien, esta visión egocéntrica y poco tolerante del mundo puede ser aceptada en las primeras etapas del desarrollo humano, pero con el correr de los años y a medida que uno va creciendo, esta conducta en la mayoría de los casos se va adecuado.

Lo anterior se va dando principalmente por dos procesos: el primero por el desarrollo a nivel físico, cognitivo y psicosocial que el ser humano va desarrollando a medida que va madurando. Y el segundo que es influenciado por el primero, cuando hablamos del aprendizaje directo e indirecto al que se va sometiendo el individuo en su contexto social inmediato (familia, escuela, amigos, trabajo, etc.), ya que las diversas situaciones y experiencias a las que se va exponiendo el individuo, y el cómo las resuelva permitirán ampliar su visión y manera de entender el mundo en su diversidad.

Es por esto, que el cómo se desarrollen estos procesos en el individuo, va a facilitar u obstaculizar el aprendizaje de los valores aprendidos dentro o fuera de la familia, y en este caso también de la aplicabilidad o puesta en práctica de la tolerancia en su accionar diario.

Complementando lo anterior, la influencia de la sociedad radica también en que los valores y las normas colectivas que son asimiladas, son impuestas por el grupo que ostenta el poder político y el control social, y con ello se establece, entre otras cosas, el grado de respeto o, por el contrario, la persecución de la que se va a hacer a las personas que expresen actitudes y conceptos diferentes o problemáticos. Esta situación lamentablemente la vemos reflejada diariamente en distintas sociedades en el mundo que son radicalizadas por divisiones políticas, económicas, de raza y religiosas.

Es por esto, que el valor de la tolerancia radica principalmente en lo que mencionamos como su definición en un comienzo “el respeto”, por lo cual es un valor humano fundamental para la convivencia armónica entre las personas y por ende de la sociedad en su conjunto, ya que su aprendizaje permite la aceptación del otro en su individualidad y diferencia, así como también de aquellas situaciones o cosas que se escapan de las creencias individuales que cada uno de nosotros tenemos.


La Tolerancia debe ser parte de nuestros valores, en conjunto con la Caridad y la Fraternidad. Si realmente logramos entenderla, asimilarla y practicarla en nuestra convivencia la Tolerancia se convertirá en una virtud que forma parte de las bases de la sabiduría, democracia, libertad, pero principalmente de la fraternidad. No podemos ser tolerantes sino somos fraternales; y la fraternidad no existe en aquel lugar donde no se tolera de una manera adecuada la opinión y el derecho de las personas.

Finalmente, viendo nuestro entorno como un piso de mosaicos blancos y negros de simétrica armonía, seguro podemos movernos en él, porque el ser humano es como ese piso, con diversos estados y emociones, de alegría y de dolor, de virtud y mal, de esperanza y resignación.

lunes, 15 de octubre de 2018

Visibilidad a los 71 años


 “Tengo ganas de vivir cuando me siento útil. Siento que soy útil cuando tengo visibilidad. Me doy cuenta de que soy visible, porque otros necesitan de mi experiencia y aporte”



Creado por: Leopoldo Guerrero Gutiérrez
(Fragmento tomado del libro "Vida más allá de los 70", de su propia autoría"

La existencia del hombre no termina al jubilarse; pero se requiere visibilidad para mantener la pujanza de seguir viviendo. La visibilidad se encuentra al actuar dentro de organizaciones sociales. La visibilidad la otorgan los pares que reconocen su acción en el trabajo.

Es la primavera del 2015 en Santiago de Chile. Tengo 71 años, recién me he jubilado después de trabajar 45 años en actividades mineras y camino al gimnasio por avenida Pedro de Valdivia, en Providencia. Son las 11 de la mañana. Mientras la mayoría de la población trabaja, voy pensando en el ciclo de ejercicios que realizaré en solitario. Mantener mi cuerpo más elástico es vital. La amplitud visual que obtengo al girar la cabeza para observar el movimiento vehicular mientras conduzco, me evitará una colisión con vehículos que avanzan por mi izquierda. Requiero al menos una torsión de cuello de hasta 80 grados. La mayoría de los sedentarios no alcanzan los 50 grados. Colocarse las calcetas es una odisea para los sedentarios que no han trabajado la cintura y peor si tienen un abdomen prominente. Hay que trabajar abdominales. Mientras caminan, los sedentarios tiene mayor número de caídas a causa de tener piernas sin fortaleza muscular. Necesito ejercitar tríceps cuádriceps y otros “iceps”. Por eso voy al gimnasio dos o tres días a la semana.

Cruzo raudo por un paso peatonal y al cruzar la calle me encuentro con un anciano, perdón, un "viejito", perdón, ¡Con un señor de edad! El señor está sentado en un escaño del tipo banca de plaza, especial para los jubilados que se reúnen al medio día para  conversar de fútbol, política y de otros temas de su interés. El señor mira hacia el vacío pensando, probablemente, en lo que hará el resto del día, o recordando tiempos pasados, o meditando sobre la nada misma. El hombre debe tener mi edad, pero se ve más avejentado. Será por la ropa que usa, mezcla entre colores grises y negros y, especialmente, por la actitud que tiene, desvinculado del entorno y  con una mirada perdida en el espacio y sin vida. En sentido contrario, se acerca una dama joven entre 32 a 38 años de edad. Observo que, para ella, el hombre sentado es invisible. No lo mira de soslayo; no lo percibe; no lo siente. Me llama la atención la actitud de la mujer. Se supone que entre las personas siempre hay una comunicación visual, por muy tenue que ésta sea y, con mayor razón, entre individuos de sexos opuestos. Más atrás de ella avanza una jovencita que camina lentamente mientras tuitea (esto de escribir a velocidad increíble un mensaje). No me explico cómo le hacen para no tropezar. Para la joven, obvio, el señor sentado no existe. Él no es integrante del CAQUET (círculo de amigos que  tuitean). Entiendo que esta es la nueva forma de relacionarse entre las personas. 

Sigo desplazándome hacia el gimnasio y me da vuelta el tema de visibilidad de la gente mayor respecto a los jóvenes. Me incluyo. Al cumplir nuestro ciclo de actividad laboral ¿Desaparecemos de la organización ciudadana? 

Después de haber ejercido cargos importantes en las empresas ¿no valemos nada? De nuestros subalternos y menos de nuestros jefes, no tenemos ni un atisbo de información en lo personal. Al menos un ¿Cómo te ha ido en tu nueva vida? …

La situación observada en el señor adulto mayor y las jóvenes me da vueltas durante el día y me pregunto ¿con mi metro ochenta de estatura, me vieron caminar en buzo hacia el gimnasio? …

Al día siguiente voy camino a mi reunión con los masones. Unos hermanos que conozco me saludan amablemente y respondo a su saludo. Al interior de la Gran Logia, los saludos se multiplican y recuerdo lo sucedido el día anterior ¿Qué cambió? Soy el mismo sujeto ¿Por qué soy más visible a los ojos de terceros? La respuesta está en el concepto de PERTENENCIA. Veo que es importante, a nuestra edad, seguir perteneciendo a alguna institución, la que sea, pero ser parte de ella y ser parte de actividades permanentes que se realizan para mantenerse intelectualmente activo. En mi caso, pertenezco a la Masonería. No siempre comprendida, no siempre aceptada, pero importante dentro de las comunidades democráticas.

En la Masonería, la mayoría de los hermanos de logia son personas mayores. Para ellos, prima el concepto de que no hay distingo de personas por edad, postura religiosa o política. Todos son considerados eslabones de una sola cadena y cada eslabón tiene la importancia que cada cual ha logrado con el trabajo realizado. La participación de los hermanos en cada Taller es trabajo puro: estudiar temas de interés, redactar las propuestas y escribir un informe para conocimiento del resto de los hermanos que se nutrirán del nuevo conocimiento.

El hecho de pertenecer y participar activamente en alguna organización ya nos da bastante visibilidad. Mantenemos incólume la sensación de que seguimos vivos y será por muchos años más.  Invisible en la vía pública. VISIBLE EN LAS ORGANIZACIONES A LAS QUE PERTENECEMOS

Por otra parte, la visibilidad además es personal. No tiene que ver con la edad. Tiene que ver con el deseo de seguir viviendo y de seguir aportando con nuestra experiencia a la comunidad. Hay adultos que tratan de pasar desapercibidos pensando que ya no sirven y jóvenes que tratan de pasar desapercibidos por timidez y falta de estima personal.

La visibilidad a los 70 años es importante. Nos maneja el ego. Nos sube la autoestima. Nos incita a realizar nuevos proyectos. Nos saca de la rutina. Nos hace creer que aún somos importantes y útiles. Para los adultos mayores que tuvieron una actividad intensa y apasionada, hoy requieren de otras actividades de alta demanda intelectual y actividad física moderada; pero actividad física, al fin y al cabo, para mantenerse “activo y vivo”.
Para vivir plenamente, a lo menos se requieren tres cosas: Salud física, salud mental y salud emocional. 

Respecto a la condición física, ésta es una de los mayores problemas del adulto mayor. Sin embargo, si no hay alguna enfermedad declarada, uno puede retardar los problemas de salud física. La actividad física en los adultos mayores, retrasa la anquilosis de alguna articulación (disminución o falta de movimiento). En general debemos tener movilidad para desplazarnos en las tres dimensiones.

La salud mental la desarrollamos a través de actividad intelectual. No pregunten cómo, pero sé que, en la medida en que tengo mi cerebro en funcionamiento, éste responde mejor a los estímulos.

La salud emocional tiene que ver con nuestro deseo de vivir un tiempo más largo de lo normal; pero con buena calidad de vida. Bajo estas circunstancias el deseo de vivir se nutre de las actividades que realizamos. Si estamos vigentes, seguimos avanzando en el tiempo. El ego continúa creciendo con la edad, es el motor que insufla energía al deseo de vivir. 

La visibilidad nos asegura  que estamos vivos,  la visibilidad nos asegura que tenemos pertenencia, la visibilidad nos asegura que seguimos siendo importantes, la visibilidad nos da la certeza de que estamos vigentes, la visibilidad me insta a crecer y el ego se alimenta de ello. 

YO SIGO VIVO Y ES LO IMPORTANTE


La Virtud de la Tolerancia

Creado por: Rodrigo Barrera Pincheira “La tolerancia es una virtud difícil; nuestro primer impulso, y...