sábado, 4 de noviembre de 2017

¿Sueñan los Androides con Ovejas eléctricas?




Por: Roberto Quintana Fuentes

Para los aficionados a la ciencia ficción esta pregunta les resultara familiar, es el título de un clásico libro de Philip S. Dick, llevado al cine con el nombre de Blade Runner (1982)  una película, distópica y sombría, quizá junto a 2001 Odisea del espacio (1968)  y La Matrix (1999), las mejores jamás filmadas en ese género, ambas tienen en común, describir un futuro donde las maquinas pensantes disputan al ser humano, el derecho a tomar decisiones cruciales y el derecho a existir sin supervisión. Todas tratan de la inteligencia artificial (I.A.) y del dilema ético que existe en ese campo de la ciencia.

La IA es una disciplina de la informática que persigue dotar a las máquinas de habilidades cognitivas y racionales propias de los humanos. Como concepto es muy antiguo, Alan Turing ya lo planteaba en la década del 50, como capacidad concreta, viene desarrollándose desde entonces y obteniendo logros significativos. 

En el Foro Económico Mundial de Davos de este año, en su reporte de riesgo,  se advirtió que la gobernanza de las tecnologías emergentes como la IA es muy irregular, que por su naturaleza no encajan en ninguno de los cuerpos legislativos existentes, futurólogos y filósofos han llevado esa preocupación al extremo de comparar la irrupción de máquinas pensantes con un cataclismo que amenaza la existencia de la especie humana o algo menos alarmistas, proyectando las perdida de millones de empleos cuando las maquinas reemplacen a los seres humanos en tareas para las cuales las maquinas son mejores.
Y si hay evidencias para creer esto último. Obviamente existen tareas repetitivas, mecanizables, que exigen alta consistencia, donde una maquina lo hace mejor, pero eso es lo que se clasifica como IA débil, maquinas entrenadas para una tarea en particular, sin capacidades de desarrollar nuevas habilidades. Esa IA débil, es una realidad y los ejemplos abundan, pensemos en la robótica aplicada a las líneas de montaje de automóvil, en los asistentes virtuales en los sitios web o en las respuestas interactivas de voz que con preguntas sencillas y reconocimiento de patrones nos dan soporte técnico para un problema específico. El año 2011 se lanzó el software IBM Dr. Watson que entiende el lenguaje natural (nuestro relato hablado) analiza datos de historial médico y de resultado de exámenes, para  entregar diagnósticos bastante certeros, este mismo software se aplica en las finanzas para tomar decisiones de inversión y no olvidemos el primer gran hito que se hizo público, la derrota de Gary Kaspárov en el ajedrez jugando contra la computadora Deep Blue en 1997, esa vez aplicando las reglas de tiempo estándar del juego, el año pasado Google desarrollo un vehículo autónomo que ya recorrió 1,6 millones de kilómetros sin conductor.

La tecnología IA es costosa, desarrollarla y llevarla fuera del laboratorio demanda enormes recursos, pero la industria apuesta por ella, el 60% de las grandes empresas creen que el crecimiento futuro de su negocio depende de incorporar con éxito esta tecnología a sus negocios, pero también reconocen sus riesgos inherentes, la seguridad de los datos, la seguridad del empleo y las tasas de pago.

Llegado este punto vale la pena recordar que al final, lo que hay todavía en una computadora es simplemente la capacidad de sumar y restar a altísima velocidad, también almacenar cantidades astronómicas de datos que, mediante reglas deterministas construidas con operaciones aritméticas básicas, transforman esos datos en información útil, luego la IA débil nos anuncia un ejército de especialistas asumiendo tareas simples pero tediosas. ¿Eso es inteligencia?


La IA fuerte, o inteligencia general artificial son los sistemas automáticos con habilidades cognitivas humanas, que son capaces de enfrentar una tarea desconocida y solucionarla, pero principalmente con capacidad de autoconocimiento, con conciencia de si mismos y capaces de comprender su estado actual y usar esa información para inferir el efecto en el entorno. Esas máquinas aun no existen.


La ciencia lleva mucho tiempo tratando de definir que es la inteligencia humana y como funciona, aun no hay consenso, luego, ¿Cómo podemos emular en forma artificial algo que no sabemos describir con exactitud ni explicar cómo funciona? Cuando hablamos de inteligencia humana nos referimos a la capacidad de elaborar la percepción para generar el concepto, luego comparar conceptos y generar conceptos nuevos a partir de los previos. 

Para concluir si existe o no inteligencia se apela al comportamiento, esto es lo que abre la puerta a la tecnología, si “algo” se comporta como un humano inteligente, entonces ese “algo” puede ser declarado “inteligente”. El problema es que la lista de comportamientos inteligentes compilada por las ciencias sociales es muy extensa (más de 300), ¿si los podemos emular todos tendremos IA Fuerte?, por ahora consideremos que existen tres grandes categorías de comportamiento inteligente:

  • Capacidad para resolver problemas de diferente naturaleza, incluyendo los prácticos (establecer relaciones entre diferentes ideas); 
  • Habilidad verbal (saber leer con un alto grado de comprensión); y Competencia social (pensar antes de hablar o actuar; interés cultural y por aprender cosas nuevas). La competencia social implica saber “estar”; 
  • Saber comportarse.

Estamos lejos aún de esa IA amenazante que destruirá nuestra fuente de trabajo y nos arrebate el dominio del mundo, pero los científicos del conocimiento, de la electrónica, de la informática siguen trabajando por construir la maquina indistinguible del humano, con conciencia de si misma y razonamiento creativo, que nos permitirá alcanzar las estrellas gracias a sus superiores capacidades. 

Los seres humanos desde siempre han soñado con arrebatar el fuego a los dioses, quizá como modernos prometeos estamos condenados a intentar crear vida, ahora vida artificial esta vez con líneas de código, múltiples sensores de estado y acceso a miles de millones datos almacenados en diversas fuentes todas inter conectadas. Hacia donde nos llevara ese esfuerzo es algo incierto, con profundas implicaciones éticas; pensemos que, descifrar el genoma humano nos abrió la puerta a derrotar el cáncer y también a la selección genética para crear humanos a pedido; que el estudio de la psique humana nos entregó herramientas para tratar desordenes anímicos que antes terminaban con personas recluidas en clínicas para siempre y también para manipular las emociones, instalando comportamientos compulsivos de consumo. 


El conocimiento científico se construye sin limitantes éticas, es el ser humano que le da un uso práctico quien debe aportar ese elemento regulador y poner esos límites.


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