Creado por:
Víctor Tapia
Hace 27 años aproximadamente nacía mi sobrina Katalina. En
otro lugar de Santiago, nacía Carolina. También Lissette, Andrea, Felipe, Andy,
Patrick y Álvaro. Nacimientos que serían muy significativos en la vida de
muchas personas. Tuvieron una niñez normal, como cualquier niño, pero todo
cambiaría cuando de adultos se encontraron. Serían como el engranaje de un
reloj, uno dependiendo del otro como una máquina perfecta, con una luz que los
dirigía y que atraía a otras luces.
Yo, el profe. Ellos, mis alumnos, con los que nació una
profunda amistad. Pasaron casi diez años para que se cumpliera el propósito de
tan larga fraternidad. Las muchas veces que fuimos a acampar, los lugares que
conocimos, lo que en esos lugares nos ocurrió, las casonas abandonadas, los
lugares apartados de la civilización nos fueron moldeando el carácter y los
intereses en común. Este deambular nos llevó a la Cruz Roja de San José de
Maipo. Allí descubrimos cuál sería nuestra misión.
Juan Carlos es un ex alumno compañero de curso de las
personas que forman nuestro grupo. Trabajaba con su padre en una mina de cobre
clandestina en el Cajón del Maipo. Unos barriles que contenían sustancias
tóxicas se dieron vuelta, el padre de Juan Carlos lo empujó y todo el material
cayó sobre él. Falleció instantáneamente. Juan Carlos aspiró parte de ese
material y se quemó por dentro. Cuando lo fuimos a ver al hospital estaba
desahuciado. Lo miramos e instintivamente lo rodeamos en su cama de enfermo,
nos tomamos de las manos le rezamos y pedimos por su salud.
Pasó una semana de aquel hecho y Juan Carlos comenzó a
recuperarse. Siempre quedé con la duda sobre lo ocurrido, ¿Fuimos nosotros los
que logramos esa sanación o solamente fue una casualidad?
Tiempo después, un amigo de los muchachos, el Pedrito, se
contagió de SIDA. Cuando nos enteramos estaba con bronconeumonía en un
hospital, solo era cosa de tiempo para que falleciera. Su piel amarillenta
pegada al cráneo, delgado al extremo, me conmovió su sonrisa, sus ojos
brillaron de alegría, de una contenida esperanza; no esperaba esta numerosa
visita. Nuevamente lo hicimos, instintivamente sin ponernos de acuerdo, lo
rodeamos nos tomamos las manos, le rezamos y pedimos por su salud. Han pasado
varios años de ese segundo acontecimiento, Pedrito estuvo hace poco con
nosotros en una noche de guitarreo, recuperó el peso, el deseo de vivir, él
siente que tuvo una segunda oportunidad y que nosotros fuimos responsables de
que aquello fuera así.
La vida y la experiencia nos enseñaron que aparte del mundo
físico en que vivimos diariamente, existe un mundo paralelo. También aprendimos
que existen portales que comunican a estos dos mundos que están ligados con los
cuatro elementos, el Agua para purificar, el Viento para limpiar, la Tierra
para fijar, el Fuego para quemar, además existe un quinto elemento que es el
Amor. Cada elemento tiene seres protectores.
El agua, las Ondinas; son las energías que pueblan las
aguas. Su Rey es el ángel Telihd. Son jóvenes desnudas que surgen de las aguas
provistas de una larga cabellera flotante y húmeda. Las Ondinas tienen un
guardián que es el arcángel Rafael.
El viento, los Silfos, son criaturas de la mitología nórdica
y germánica. Originalmente se trataba de una raza menor representada por
hombres y mujeres jóvenes de una gran belleza, que vivían en el bosque, cuevas,
o fuentes. Se les considera como seres longevos o inmortales con poderes de
vida, tienen la misión de la limpieza y el cuidado del aire, gobiernan los
remolinos, huracanes y otros movimientos del aire dando equilibrio al planeta.
Su rey es Der Erlkoing, su guardián es el arcángel Miguel.
La tierra, los Gnomos; son las energías del elemento tierra.
Son amigos del hombre y compuestos de las más sutiles partes de la tierra, la
cual guardan. Se les representa como seres diminutos con atuendo
de minero. El Talmuz (Obra que recoge principalmente las discusiones rabínicas
sobre leyes judías, tradiciones, costumbres, narraciones, dichos, parábolas,
historias y leyendas), reconoce la existencia de estas Energías Elementales,
así nos habla de un gnomo llamado Samir con forma de gusano, del tamaño de un
grano de arena y que prestó a Salomón sus servicios abriendo rocas y extrayendo
de ellas los bloques de granito con los que se construyó el Templo de
Jerusalén. Su rey es Korab y su guardián es el arcángel Gabriel.
El fuego, las Salamandras; son el espíritu del fuego. Sin
estos seres el fuego no puede existir. Algunos videntes las han visto como
pequeñas bolas de luz, pero más comúnmente son percibidas como un ser en forma
de lagarto y miden aproximadamente, un pie de altura. También se identifican
como hadas elementales que viven y se alimentan del fuego.
Se considera que las Salamandras son las más fuertes y
poderosas de todos los elementales, su rey es Djin y su guardián es el arcángel
Uriel.
Los chamanes tanto de
la luz como de la oscuridad utilizan estos portales para sus propósitos. En
medio de este mundo invisible se encuentra el hombre, indefenso por la
ignorancia o la falta de fe.
Una tarde de verano cuando entraba la noche recibí un
llamado.
- Profe, encontré un lugar fantástico para pasar el fin de
semana.
Respondí el llamado de Lissette y partí con Andrea. Era la
Cruz Roja de San José de Maipo. En 1929, nació el Preventorio de San José de
Maipo, su ideador, fundador y organizador, fue el Doctor Juan Eduardo Ostornol.
Era una institución para niños enfermos del pulmón. Debido a la falta de
recursos para su mantención, en el año de 1960 dejó de funcionar, cerrando
oficialmente en el año de 1992. Fue declarado Monumento Histórico Nacional en
el año de 2004.

Esto de las coincidencias me sigue dando vueltas, porque
cuando les dije a mis padres de ese lugar, mi madre me contó que cuando ella
era niña, existían las colonias de verano para colegios públicos y una forma de
premiar a los buenos alumnos eran vacaciones en una de ellas y que estuvo con
mis tías varias veces en la Cruz Roja de San José de Maipo.
Los cuidadores del lugar eran Mario, Carolina y su pequeño
hijo. Estaban acostumbrados a esa inmensidad y a las cosas que allí ocurrían.
Nos contaron que el antiguo cuidador falleció en la Cruz Roja y que se aparecía
en sombra pero que ellos estaban acostumbrados y no tenían miedo.
Comenzamos a frecuentar la Cruz Roja todos los fines de
semana. Nos demorábamos una hora cuarenta minutos aproximadamente en explorar
las casonas que estaban a un lado del río. En ellas, solo oscuridad.
Recorríamos las habitaciones con linternas, todavía se encontraban algunas
piezas clausuradas. Una de las cosas que me dio escalofríos fue una galería en
que toda la muralla tenía una especie de repisa. Al final, sobre la repisa se
encontraba una muñeca de cabellos rubios y ojos celestes además le faltaba una
pierna. El problema con esa muñeca es que producía temor y algunas veces se
encontraba con los ojos abiertos y otras veces con los ojos cerrados. No éramos
los únicos que frecuentábamos el lugar pero nunca nadie tocó a esa muñeca.
Dormíamos en una carpa en el bosque, la Zaphiro nuestra
mascota, una perrita bóxer, le ladraba a la casa como presintiendo lo que nos
esperaba, solo después de un año tuvimos el valor de dormir en las habitaciones
de ese magnífico lugar. Carolina Rojas, Lissette Contreras, Andrea Jara, Felipe
Sepúlveda, Patrick Keller, Álvaro Lagos y Katalina Osorio. Estábamos listos,
preparados para los eventos que experimentaríamos, el primer día que acampamos
dentro de la casa fue la señal, el compromiso que ya no podíamos eludir.